En sus Bodas de Oro sacerdotales
Don Manuel Gómez Orta
Sacerdote “in aeternum”
Doy gracias al Buen Padre Dios por la Bodas de Oro Sacerdotales de nuestro querido Don Manuel Gómez Orta, que celebrará, Dios mediante, el próximo día 16 de junio de 2012, -nada menos que en pleno mes del Sagrado Corazón de Jesús-.
Cincuenta años es un número altamente elocuente por lo que es un servicio en una comunidad católica; cincuenta años perdonando pecados en el nombre del Señor, a través de la Reconciliación sacramental; cincuenta años celebrando el Santo Sacrificio del altar: Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo: la Santa Misa; cincuenta años de actividades apostólicas, de eventos eclesiales, de entrega generosa a los más desfavorecidos, de éxitos escondidos entre sombras de humildades, de gratitudes e incomprensiones, de alegría e ilusiones, de cansancios sin descanso, de seguimiento del Señor, de profundo silencio en la intimidad de la oración; cincuenta años ensalzando y bendiciendo a la Santísima Virgen con el entusiasmo, con la palabra, con el amor…
Querido D. Manuel: muchísimas gracias por las tantas veces que me perdonó mis muchos pecados, a través del sacramento de la Confesión y la Alegría; de las innumerables veces que me administró la Sagrada Comunión, como así mismo el sacramento de la Unción de Enfermos, recibido cuando me intervinieron del cáncer que sufrí allá por el año 2000, o… que gocé, porque esa era la voluntad del Buen Padre Dios.
Perdóneme, querido D. Manuel, si en más de una ocasión no le comprendí suficientemente y no le traté como se merecía su dignidad humana y sacerdotal, por las veces que no colaboré debidamente en la pastoral parroquial en el apostolado seglar.
Yo sé, querido D. Manuel, que sus cincuenta años de vida sacerdotal están escritos indeleblemente en el Libro de la Vida, para cuando el Dueño de la Viña venga a pagar el jornal de gloria a sus trabajadores; yo sé que todo su apostolado mariano y mariológico será bordado por los ángeles del cielo, como flores y luceros en el manto maternal de la Santísima Virgen; ese manto que usted, D. Manuel, besó tantas veces y con el que Ella-Madre Sacerdotal lo cubrirá siempre, siempre…
En esta nueva etapa de su vida -quizás la más hermosa y decisiva- le deseo un tiempo sin prisas, iluminado con la luz del Sagrario y en cuyo amor -“el amor es más fuerte que la muerte” como dice el Cantar de los Cantares- pueda investigar sosegadamente el Magisterio de la Iglesia, su Doctrina Social, su bellísima Patrística.
Que esa luz sin ocaso del Sagrario le abra infinitos caminos de esperanzas y de realidades trascendentes.
¡F E L I C I D A D E S!
Con la Santísima Virgen, nuestra madre, le quiere, siempre agradecida.